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domingo, 8 de noviembre de 2015

MODULACIONES ( 100 % REALES)




Tecnología Vs. Cromagnon

Soy de la generación del botón. Amo, adoro y glorifico la tecnología. Celulares, Gps, netbook’s, notebook’s,  wi fi, mp3, mp4, tablet’s pc, readers son mi constante apoyo. Reconozco que mi manía por los gadgets raya en lo enfermizo pero soy así. Me fascina todo aquello que signifique que apretando un botón voy a lograr que se haga un trabajo.
El sargento que tengo de encargado, por el contrario es casi como un Cromagnon. De celular aún tiene el Nokia 1100 del cual todavía no le conoce todas las funciones. Se sorprendió cuando le dije, el otro día, que podía apagarlo (para no recibir llamadas mientras duerme) y aún así el teléfono iba a activarse en modo despertador cuando llegara la hora. Me miró extraño y dijo:
-¡ naaaaaaaa , no me cargués che que no soy tan nabo !-
Conociendo ese panorama, sigamos.

En Corrientes 5525 hay un cyber chino. Manejado por 2 familias de ese país viven en la parte de atrás del local, que es como un gran patio dividido por austeras chapas de yeso sin techo superior con un baño en común para las 14 personas que forman parte de las 2 familias.
Tendrán unas 30 máquinas en total con la vivienda para estas familias al fondo. O sea que para ingresar  a la casa hay que pasar entre las máquinas indefectíblemente y cuando armaron el negocio instalaron una alarma con pulsador que al ser accionada le indica a comando que la emergencia fue disparada a propósito por una persona y que por esta misma razón es una absoluta urgencia.
Una noche cualquiera de invierno en mitad de la semana estábamos dando vueltas sin nada que hacer. Recién salíamos de tomar un café y eran como las 9 de la noche cuando salta un desplazamiento de prioridad.

-Corrientes 5525 alarma por pulsador, repito por pulsador en local de cyber-café. ¿Qué móvil al lugar?-
-129 al lugar sra-
-QSL. ¿Qué otro móvil en apoyo del 100?
-229 y 329 sra-
-337 ¿Autoriza?
-Autorizado-
-737 ¿Autoriza?-
-Autorizado, todos los móviles en código 2 y chaleco colocado-

El sargento que iba conmigo le gustaba manejar y está habilitado para hacerlo por policía federal, por lo que habíamos llegado a un acuerdo. Manejábamos un día cada uno. Dentro del patrullero siempre llevábamos una escopeta tipo Ithaka, la conocida pajera cargada con postas de goma antidisturbios ya que un amigo de otra fuerza me regaló una caja de cartuchos y para no tenerla al pedo en casa la llevaba a trabajar. Al salir esta modulación de emergencia tomé la escopeta que teníamos en el asiento trasero y la alisté aguardando a que llegaramos al lugar. Estábamos cerca pero por la hora había mucho tránsito así que mientras el Sargento manejaba puse sirenas y balizas para el desplazamiento. Después de todo había delincuentes en ese momento y supusimos que el local estaría lleno de menores como siempre lo estaba así que la situación pintaba delicada.

Llegamos al lugar casi al mismo tiempo. Cinco patrulleros, diez personas con el rostro desencajado por la adrenalina que chorrea a borbotones en cada desplazamiento que uno estima va a ser peligroso. Una china con un control remoto en la mano nos aguarda en la calle y señala hacia adentro desesperada. Cada vez, se ponía peor. Escucho mientras corro, escopeta en mano, como el chofer del último móvil en llegar dice

-¡ Vayan, vayan !-
Es costumbre que el último chofer cuide los autos y asegure la salida así que con esa información y los chillidos infames de la china de la vereda ingreso al local esperando lo peor.
Corro entre las máquinas junto a mis compañeros. Afortunadamente parece que los cacos están en la parte de atrás, en la vivienda. Se escuchan gritos, golpes y vidrios que se rompen. Veo a mis compañeros con las armas en las manos listos para lo que sea. No gritamos, sólo corremos y empujamos. Nos ponemos al lado de la puerta, yo de frente a ella con la escopeta apuntando hacia adelante. Uno de los chicos tantea el picaporte, me mira y asiente bajando la cabeza. Lo miro y asiento con la cabeza también en señal de aprobación. El coloca la mano derecha en el pomo mientras cierra el puño de la mano izquierda y efectúa un conteo de 3 levantando el pulgar primero, luego el índice y por último el dedo mayor.
1,  2,  3…
Abre la puerta de golpe. Ingreso en la punta de formación dando gritos. Siento las voces de los 8 hombres que detrás de mío ingresan cubriendo de derecha a izquierda lo más rápido que les es posible.
Lo primero que veo es a un chino jóven, de no más de 30 años, delgado, sentado a horcajadas sobre una china jóven tanbién, a la que golpea con los puños cerrados. Más tarde nos enteraríamos que había sido por un problema de cuernos. Recuerdo que le apunté a la nariz con el cañón oscuro de la escopeta. Los ojos del chino-cochino desorbitados y sorprendidos no entendían lo que pasaba. Mientras el aún observa mi arma uno de mis compañeros lo toma del cuello desde atrás lo hace girar y lo lanza. El pequeño oriental se desplaza por el aire uno o dos metros hasta que dá con la nariz en el piso de cemento alisado. No había intento de robo con delincuentes armados como nos habíamos imaginado. Era una riña violenta entre ellos y ante la cual una de las chinitas al no dominar bien el idioma buscó ayuda pulsando el botón de pánico de la alarma.

¿Qué tendrá que ver esto con la tecnología no? Ya llego, dame un toque

Aseguramos el lugar, revisamos todo, inmovilizamos al chinito y pedimos SAME para la mujer golpeada, eso agregó otra sirena al kilombo que habíamos armado. Cuando me dispongo a salir cruzo la puerta que hace algunos minutos había sido para mí la separación entre  la vida y la muerte más o menos e ingreso al local donde están las computadoras. Me quedé pasmado y duro. Aún con la escopeta colgando de mi mano derecha miro a mi alrededor y me doy cuenta que las 30 computadoras seguían ocupadas. Es más, los pendejos de mierda no se habían levantado en ningún momento.
O sea, llegamos cinco patrulleros a toda velocidad, con sirenas y balizas encendidas, nueve policías ingresan corriendo con armas largas y cortas haciéndose paso empujando todo lo que se interponía. Los policías  hacen una pausa, se agrupan y entran a otra habitación en pleno operativo y los PENDEJOS DE MIERDA SIGUIERON BOLUDEANDO CON LAS MAQUINITAS.

El sargento que me vé inerte junto a la entrada mirando al salón se pone al lado mío y me dice por lo bajo…

-Ves porque no me gusta la tecnología. Hay algo que está muy mal con estos pibes. Siguen acá después de todo este kilombo –

No puedo negar que ahí entendí claramente su punto de vista.

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