Racionamiento y dieta
La comida simpre
resultó un desafío para el poli. Ya en la escuela te cobran por lo que
institucionalmente se llama “racionamiento”. Corrijo, te rompen el "toor" por una
serie de alimentos mal llamada racionamiento. Ya el nombre te remite a raciones
de guerra. Como si de soldados en combate se tratara.
No importa la época
del año que sea ni la temperatura que haga, siempre te van a dar un gran plato
de sopa hecha con verduras en mal estado que recolectan de los desperdicios que
las verdulerías tiran en los alrededores de la escuela. Negativo comprar
verduras, si lo que hace falta casi podemos decir que lo provee la naturaleza.
Si a eso le sumamos que el “Aspirante” es tratado casi como basura por tener
menos jerarquía que un punga, les dejo las conclusiones libradas a su
imaginación.
Obvio que siempre
habrá de postre las desabridas manzanas rojas, pero no de las que comen los
humanos. A los Aspirantes se los provee de las manzanas arenosas y golpeadas
seleccionadas como de segunda por cualquier verdulero. El plato
principal abarca diez días ya que es de lunes a viernes y al llegar al décimo
día se repite. Sumémosle que yo, por ejemplo, pasé nueve meses de mi vida en la
escuela de suboficiales y agentes; digamos que no sólo me sabía de memoria
todos los menúes sino que también ya me tenían podrido..
4 veces a la semana
se comía carne. ¡Epa dirán ustedes! No comían mal entonces si cuatro veces de seis
incluía carne el menú pero… DEFINAMOS CARNE
No hablamos del
jugoso churrasquito a la plancha que se hace cualquier Argento que se precie de
tal, hablamos de carne en el vil sentido de la palabra o sea dos de las veces
era carne picada, rectifico, carne de búfalo picada, se hacía difícil
masticarla Y ESTABA PICADA ni hablemos de tragarla. Al tacto se sentía como
tratar de tragar cascotes hasta que pasaba el esófago. Ahí se convertía en otra
cuestión. defecarla era sólo para organismos competentes. De las otras dos veces una
era estofado insisto, aún sin tener en cuenta que en enero con 38º a la sombra
no era de lo más recomendable y la última vez era el día festivo, el día que
todo aspirante anotaba en la agenda y esperaba con ansias. Era el día de la
milanesa. Una feta milimétrica de carne de brontosaurio golpeada ferozmente por dos
cocineros malolientes y musculosos que satisfacían mas de una necesidad
fisiológica con la comida que íbamos a comer ya que para ellos los aspirantes
ya éramos policías y el personal de la cocina parecía sacado de un centro
comunitario villero, pero no importaba era el día de las milanesas. Una flácida
feta de carne en medio de casi medio cm de pan rallado de cada lado, frita en
aceite de motor de camión viejo de algún desarmadero. No importaba, eran las
milanesas con puré si, con el mismo puré que usaban para revocar las paredes.
Un asco, pero eran nuestras milanesas.
La bebida era lo
mejor. Jugo Suin de naranja. Caliente indefectíblemente.
Siempre sospeché
que el agua usada era el sobrante de la que usaban para lavar los platos. En
medio del curso me enteré que el gustito había que agradecerlo a la media
docena de gatos muertos que yacían en el interior del tanque de agua que nos
abastecía tanto para beber como para el único baño permitido al final del día.
La tapa se había roto quien sabe hace cuantos años y nunca a nadie se le había
ocurrido echar un vistazo adentro. Recuerdo que a los gatos los encontraron un
martes pero que recién el viernes anunciaron que no debíamos asistir a la
escuela el sábado y domingo debido a que los iban a utilizar para limpiar el
bendito tanque. Nos había llamado la atención que los instructores bebían agua
mineral desde el martes hasta el viernes. Lógico, los aspirantes podían beber y
bañarse con TE DE GATO pero ellos no.
Ahora imagínense la
situación. 20 de enero, no importa el año, terminadas las clases en aulas nos
envían a las compañías a prepararnos para el RACIONAMIENTO. Esto implicaba
quitarse el uniforme Nª 1 con el que debíamos asistir a clases cambiarnos a
uniforme de gimnasia y salir con el equipo de Rancho para hacer la cola que nos
llevará al comedor. O sea salir trotando de la compañía porque –“¡Dentro de la
escuela… el aspirante no corre… VUELA BAJO CARAJO, GUSANOS INMUNDOS, TIERRA
NABOS”!-
Salías al patio y
tomabas tu lugar en la parte de atrás de la fila para comer (en policía simpre
hay que hacer fila para todo), por supuesto en pleno rayo del sol de enero y
justo al mediodía. Demás está decir que una vez terminado de comer había que
dirigirse a la compañía a la veloz carrera y esquivando a todos los
instructores y sobre todo los oficiales que aparecieran en el camino para
evitar que te den MANIJA porque sí, porque se les cantó o no les gustó tu cara
o como tenías atado los zapatos. Esquivar las manijas y correr por debajo del
sol y conteniendo las náuseas y posterior vómito generado por la sopa de yuyos
y las milanesas de la muerte que acababas de comer.
Si lograbas llegar
a salvo a la barraca sin dar vuelta el
estómago en el patio de armas aún tenías la difícil tarea de conservar dentro
tuyo los alimentos que comiste al sentir el agrio y penetrante OLOR A PEDO que
siempre pero siempre había, hay y habrá dentro del sitio que comparten 250
personas jóvenes sometidas a castigos estomacales. No trates de ir a las
letrinas. Si encontrabas una disponible (en la 1er compañía habían seis en
total para los 250 tipos) debías esquivar los restos de mierda, papel higiénico
y escupitajos dejados en el piso. Hacer equilibrio tratando de no tocar las
paredes laterales para no pegarte gonorrea sífilis o parásitos dejados
olvidados por alguno de nuestros compañeritos.
Verdaderamente
salías preparado para la guerra. No me olvidaré jamás del nombre de un
instructor que nos dio MANIJA en el interior de los sanitarios, si si, los
mismos que recién acabo de describir. No habrán sido más de 15 minutos hasta
que mojamos con vapor las paredes del recinto. Para mí fueron seis años. No terminaba nunca el hijo de puta.
–1…,2…,1…,2…,1…,2…,1…,2…1 ES ABAJO M`IJO…
ABAJO LA PUTA QUE TE
PARIÓ-
Pero se terminó. La
escuela finalmente acabó y salimos a la calle. –Con el sol de frente- dice la
canción y allí el soldado federal se encuentra con otro tipo de problemas
alimenticios.
Hecho: El sueldo es
bajo y el poli es manguero.
Por naturaleza es
manguero. Ya viene con el uniforme el arte manguero. No es por maldad que se
hace. Algunos si, manguean por angurrientos o sea piden a este comerciante a aquel, a aquel también y ya que
estamos a aquel otro también que mierda. No le hace falta tanto pero ya pide
por deporte o pal´ perro aunque sea vió?
El comerciante, la
mayoría entiende que los sueldos son bajísimos, que el poli promedio trabaja
sus seis horas de servicio ordinario mas ocho horas de servicio adicional con
lo que está fuera de su casa un promedio de 16 horas por día incluyendo el
traslado a su casa. Todos los días. El poli vive del adicional. Así es y así
será hasta que haya una nueva generación de políticos que dejen de considerar
la seguridad como un gasto en vez de una inversión y coloquen los sueldos de
policías maestros y médicos en la escala que se merecen. Ups claro, si pasara
eso no estaríamos en la
Argentina, estaríamos en lejanos países del primer mundo como
Chile, Uruguay Brasil o Colombia. -¿Qué?...- ¿Esos no son lejanos e
inaccesibles países del primer mundo? Ah… pareciera que sí.
Volvamos a la dieta
policial. Pizza y empanadas al tope de la lista. seis de siete días a la semana
eso se puede conseguir sin demasiadas complicaciones. Recuerden que de lo que
viene de arriba lo único que mata es el rayo así que hay que agarrar lo que sea.
Además el comerciante te lo dá esperando (aunque no te lo diga) que pases más
seguido y te quedes en la puerta de su boliche un rato para que no lo pongan.
Es un toma y daca. A veces, las menos, es factible conseguir un pedacito de
carne asada. Ese día se festeja tirando tiros al techo mas o menos, salvo que
seas oficial jefe y que te traigan “Brótola a la Romana” para la cual se
deja siempre un restaurant sin tocar y que es el único que le prepara esos
platos raros al Subcomisario.
–Lenguado traéme-
Te manda el jefe- Con un agüita levité de ananá por favor-
La gran puta. Y se
lo dan eh, porque es para el subcomisario. Andá a pedir para vos algo semejante
a eso. CAGANDO TE SACAN.
Los días de cancha
son los más aventureros. No sólo gastronómicamente sino también en kilombos. El
fútbol Argentino es violento. Para ir a la cancha tenés que prepararte como si
te hubieran avisado que vas a hacer un allanamiento en una villa. Listo para el
combate tenés que estar. PPQ al tope de la lista. La tonfa es linda… pero poco
práctica y complicada de utilizar. Yo prefiero los bastones extensibles, si “los”…,
cargo dos de ellos. Están prohibidos obvio, como está prohibido todo lo que nos
pueda hacer más fácil la tarea policial. Está prohibido por los jueces
garantistas, igual que el PPQ pero claro, los jueces de mierda no tienen que
enfrentarse a la barra brava de Boca los fines de semana. Tu seguridad es ante
todo. Vos tenés que volver a tu casa al final del servicio. Si es posible
entero, mejor.
En fin en las
canchas podemos disfrutar de la autóctona comida local. En el top de la lista
encontramos al nunca bien ponderado “Choripán Asesino” que es ese embutido
grasiento coloreado con sulfito para que se vea rojo cuando en realidad antes
del sulfito el chorizo era negro casi podrido y ya botuliento.
Los ves en la
parrilla, fermentando sin pinchar a la espera de que aparezca una víctima que
los trague y es en ese momento que aparece el poli. En el descanso de 15 min
que pedís para comer, te comprás (acá no hay mangueo que valga) un chori
asesino y una coca Lo condimentás con chimichurri receta familiar del
parrillero y marcha una úlcera sangrante para el vigilante.
Ya morderlo es un
desafío. Porque al presionarlo con los dientes, el aceite contenido, comienza a
escurrirse te chorrea por la comisura de los labios y amenaza con acompañarte
toda tu carrera si cae en el uniforme. Lo masticás y el tocino crudo se mueve
dentro de la boca, lo único que te hace seguir comiendo son las salsas. En esos
puestos hediondos hay unos aderezos que no encontrás en ningún otro lado. Los
busqué en Coto, Carrefour, Makro al parecer no existen para la venta minorista
y se los venden sólo a esos carritos piojosos. Es sólo por esos condimentos que
se pueden comer los choripan asesinos.
Las pizzas que
consigue el poli hay que comerlas dentro de los cinco minutos posteriores a que
salió del horno, pasado ese tiempo se convierten en discos de cerámica. Varias
veces hemos discutido la posibilidad de utilizarlos en el polígono. Terminamos
haciendo alarde de dientes y las comemos al final. Una vez en la guardia
interna estábamos con la perra mascota de la comisaría. Se llama Esmeralda y la
adoptamos cuando su dueño la abandonó luego que un auto la atropellara y le
rompiera una pata. Los chicos la recogieron , la curaron y desde entonces está
con nosotros. Vá y viene desde la playa judicial hasta la dependencia. En fin
habíamos terminado de comer pizza en la guardia interna. Esmeralda estaba con
nosotros, quedaban dos pociones que nadie iba a comer. Así que las tomé y se
las dejé al lado del plato de la perra. Esmeralda se acerca, huele la pizza
luego me da una mirada, que no me voy a olvidar nunca, gira y va hasta su plato
de donde comienza a comer los trocitos insípidos de comida balanceada que tenía
allí. La pizza estaba al lado, ni la consideró. Me sentí fatal por esa mirada,
era como si me dijera que la había traicionado tratando de envenenarla. Perra
de mierda.