Tecnología Vs. Cromagnon
Soy de la
generación del botón. Amo, adoro y glorifico la tecnología. Celulares, Gps,
netbook’s, notebook’s, wi fi, mp3, mp4, tablet’s
pc, readers son mi constante apoyo. Reconozco que mi manía por los gadgets raya
en lo enfermizo pero soy así. Me fascina todo aquello que signifique que
apretando un botón voy a lograr que se haga un trabajo.
El sargento que
tengo de encargado, por el contrario es casi como un Cromagnon. De celular aún
tiene el Nokia 1100 del cual todavía no le conoce todas las funciones. Se
sorprendió cuando le dije, el otro día, que podía apagarlo (para no recibir
llamadas mientras duerme) y aún así el teléfono iba a activarse en modo
despertador cuando llegara la hora. Me miró extraño y dijo:
-¡ naaaaaaaa , no
me cargués che que no soy tan nabo !-
Conociendo ese
panorama, sigamos.
En Corrientes 5525
hay un cyber chino. Manejado por 2 familias de ese país viven en la parte de
atrás del local, que es como un gran patio dividido por austeras chapas de yeso
sin techo superior con un baño en común para las 14 personas que forman parte
de las 2 familias.
Tendrán unas 30
máquinas en total con la vivienda para estas familias al fondo. O sea que para
ingresar a la casa hay que pasar entre
las máquinas indefectíblemente y cuando armaron el negocio instalaron una
alarma con pulsador que al ser accionada le indica a comando que la emergencia
fue disparada a propósito por una persona y que por esta misma razón es una
absoluta urgencia.
Una noche
cualquiera de invierno en mitad de la semana estábamos dando vueltas sin nada
que hacer. Recién salíamos de tomar un café y eran como las 9 de la noche
cuando salta un desplazamiento de prioridad.
-Corrientes 5525
alarma por pulsador, repito por pulsador en local de cyber-café. ¿Qué móvil al
lugar?-
-129 al lugar sra-
-QSL. ¿Qué otro
móvil en apoyo del 100?
-229 y 329 sra-
-337 ¿Autoriza?
-Autorizado-
-737 ¿Autoriza?-
-Autorizado, todos
los móviles en código 2 y chaleco colocado-
El sargento que iba
conmigo le gustaba manejar y está habilitado para hacerlo por policía federal,
por lo que habíamos llegado a un acuerdo. Manejábamos un día cada uno. Dentro
del patrullero siempre llevábamos una escopeta tipo Ithaka, la conocida pajera cargada
con postas de goma antidisturbios ya que un amigo de otra fuerza me regaló una
caja de cartuchos y para no tenerla al pedo en casa la llevaba a trabajar. Al
salir esta modulación de emergencia tomé la escopeta que teníamos en el asiento
trasero y la alisté aguardando a que llegaramos al lugar. Estábamos cerca pero
por la hora había mucho tránsito así que mientras el Sargento manejaba puse
sirenas y balizas para el desplazamiento. Después de todo había delincuentes en
ese momento y supusimos que el local estaría lleno de menores como siempre lo estaba
así que la situación pintaba delicada.
Llegamos al lugar
casi al mismo tiempo. Cinco patrulleros, diez personas con el rostro
desencajado por la adrenalina que chorrea a borbotones en cada desplazamiento
que uno estima va a ser peligroso. Una china con un control remoto en la mano
nos aguarda en la calle y señala hacia adentro desesperada. Cada vez, se ponía
peor. Escucho mientras corro, escopeta en mano, como el chofer del último móvil
en llegar dice
-¡ Vayan, vayan !-
Es costumbre que el
último chofer cuide los autos y asegure la salida así que con esa información y
los chillidos infames de la china de la vereda ingreso al local esperando lo
peor.
Corro entre las
máquinas junto a mis compañeros. Afortunadamente parece que los cacos están en
la parte de atrás, en la vivienda. Se escuchan gritos, golpes y vidrios que se
rompen. Veo a mis compañeros con las armas en las manos listos para lo que sea.
No gritamos, sólo corremos y empujamos. Nos ponemos al lado de la puerta, yo de
frente a ella con la escopeta apuntando hacia adelante. Uno de los chicos
tantea el picaporte, me mira y asiente bajando la cabeza. Lo miro y asiento con
la cabeza también en señal de aprobación. El coloca la mano derecha en
el pomo mientras cierra el puño de la mano izquierda y efectúa un conteo de 3
levantando el pulgar primero, luego el índice y por último el dedo mayor.
1, 2, 3…
Abre la puerta de
golpe. Ingreso en la punta de formación dando gritos. Siento las voces de los 8
hombres que detrás de mío ingresan cubriendo de derecha a izquierda lo más
rápido que les es posible.
Lo primero que veo
es a un chino jóven, de no más de 30 años, delgado, sentado a horcajadas sobre
una china jóven tanbién, a la que golpea con los puños cerrados. Más tarde nos
enteraríamos que había sido por un problema de cuernos. Recuerdo que le apunté
a la nariz con el cañón oscuro de la escopeta. Los ojos del chino-cochino
desorbitados y sorprendidos no entendían lo que pasaba. Mientras el aún observa
mi arma uno de mis compañeros lo toma del cuello desde atrás lo hace girar y lo
lanza. El pequeño oriental se desplaza por el aire uno o dos metros hasta que dá
con la nariz en el piso de cemento alisado. No había intento de robo con
delincuentes armados como nos habíamos imaginado. Era una riña violenta entre
ellos y ante la cual una de las chinitas al no dominar bien el idioma buscó
ayuda pulsando el botón de pánico de la alarma.
¿Qué tendrá que ver
esto con la tecnología no? Ya llego, dame un toque
Aseguramos el
lugar, revisamos todo, inmovilizamos al chinito y pedimos SAME para la mujer
golpeada, eso agregó otra sirena al kilombo que habíamos armado. Cuando me
dispongo a salir cruzo la puerta que hace algunos minutos había sido para mí la
separación entre la vida y la muerte más
o menos e ingreso al local donde están las computadoras. Me quedé pasmado y
duro. Aún con la escopeta colgando de mi mano derecha miro a mi alrededor y me
doy cuenta que las 30 computadoras seguían ocupadas. Es más, los pendejos de
mierda no se habían levantado en ningún momento.
O sea, llegamos
cinco patrulleros a toda velocidad, con sirenas y balizas encendidas, nueve
policías ingresan corriendo con armas largas y cortas haciéndose paso empujando
todo lo que se interponía. Los policías hacen una pausa, se agrupan y entran a otra
habitación en pleno operativo y los PENDEJOS DE MIERDA SIGUIERON BOLUDEANDO CON
LAS MAQUINITAS.
El sargento que me
vé inerte junto a la entrada mirando al salón se pone al lado mío y me dice por
lo bajo…
-Ves porque no me
gusta la tecnología. Hay algo que está muy mal con estos pibes. Siguen acá
después de todo este kilombo –
No puedo negar que
ahí entendí claramente su punto de vista.
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